Lucía Ballester
(ZENIT Noticias / Cali, 13.11.2024).- “Esta es la mayor desgracia de Colombia. La delincuencia se ha convertido en una industria”, lamenta el padre Gersaín Paz, párroco de Santa Marta (Cali), durante una visita de Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN). El narcotráfico, la trata de personas y la prostitución se han extendido por todo el país.
Según datos de la ONU, Colombia es el
Cali, situada al suroeste de Colombia, en el Valle del Cauca, es considerada la “capital del narcotráfico” y registra unos índices de violencia alarmantes, con una media de 1.500 asesinatos al año. El padre Gersaín explica que se trata de “una de las ciudades más pobres y violentas. En nuestro barrio, Santa Marta, tenemos dos o tres asesinatos cada semana”.
Esta realidad acaba afectando también a niños y adolescentes. Muchos son reclutados a la fuerza por bandas criminales o se incorporan a ellas por voluntad propia. La falta de oportunidades, el absentismo escolar y la marginación social llevan a muchos a involucrarse en estas y otras actividades ilícitas. “Algunos adolescentes recurren, por ejemplo, a la venta de su cuerpo por Internet”, afirma con tristeza el padre Gersaín. “Y hemos sabido de niños que han asesinado a otros niños”.
Esta preocupante situación se refleja también en el número de suicidios, que afecta tanto a adultos como a niños. “En esta zona tenemos al menos dos suicidios al mes. Es terrible. Le pregunté a un niño que se cortaba por qué lo hacía y me respondió: “Quiero llorar, pero no puedo””, explica el padre Gersaín a ACN. “Solo alrededor de un tercio de las 70.000 personas que viven aquí están bautizadas y solo el 10% son practicantes. Estas personas necesitan realmente apoyo”, afirma.
A pesar de la violencia y la desolación, todavía hay espacio para la esperanza. Muchos de los jóvenes que antes estaban inmersos en la violencia y la delincuencia han encontrado una segunda oportunidad en la parroquia del padre Gersaín, que fue ampliada y mejorada con fondos de ACN.
El padre Gersaín explica que desde que llegó a la parroquia ha cambiado su forma de relacionarse con los adolescentes, utilizando la música y otras iniciativas creativas para motivarlos. Durante los retiros, les pide que desconecten de todo durante unas horas, que estén en silencio, algo que al principio les parecía imposible. Sin embargo, el sacerdote comenta que, con el tiempo, los jóvenes han aprendido a “disfrutar mucho de esta experiencia y han demostrado una gran capacidad de oración”.
“No conozco a ningún adolescente que, después de unirse a nosotros, haya vuelto a las drogas”
El padre Gersaín sigue buscando formas de llegar a todos. La sala de la iglesia, que antes sólo se utilizaba para la catequesis, ahora es también un conservatorio de música, donde la comunidad acoge a jóvenes que buscan una segunda oportunidad. Aquí reciben formación en violín, piano y otros instrumentos musicales. “Algunos de los niños que estudiaron música aquí, ahora se ganan la vida tocando por todo el mundo o están haciendo su doctorado en Suiza y Viena”, explica radiante el padre Gersaín. “Se trata de niños de entornos muy vulnerables, que vivían en condiciones extremadamente duras. Estoy convencido de que con las oportunidades adecuadas, podríamos acabar con la violencia. Ya ha disminuido en un 80% gracias a las iniciativas diocesanas”, subraya. El sacerdote explica además que, después de pasar por el programa parroquial, los jóvenes empiezan a planificar sus propios proyectos de vida. “No conozco a ningún adolescente que, después de unirse a nosotros, haya vuelto a las drogas”, afirma el socio del proyecto de ACN.
Los sacerdotes han jugado tradicionalmente un papel clave en la cultura latinoamericana, ya que debido a la fuerte tradición católica y a la escasez de servicios sociales en algunas zonas, suelen asumir el papel de líderes comunitarios, brindando apoyo en materia de educación y salud, y actuando como mediadores en situaciones de conflicto. Según el padre Gersaín, “es fundamental poner esto al servicio del bien común”, y destaca la importancia de la formación del clero: “Los sacerdotes tienen que recibir una formación sólida, no sólo en cuanto a la liturgia, sino también en cómo afrontar problemas reales, como la violencia y el desempleo”.
Un cambio radical: una nueva iglesia para apoyar a las generaciones más jóvenes
La parroquia se fundó hace 15 años. Al principio, cuando se encargó al padre Gersaín, no tenía electricidad, las zarigüeyas deambulaban por el salón parroquial y el calor era insoportable. “Ni siquiera teníamos baños”, recuerda. “Ahora tenemos una iglesia que es francamente hermosa y espaciosa. La gente está muy emocionada con la próxima inauguración oficial, es un espacio maravilloso. Ha sido un cambio radical”.
Tener un lugar donde reunirse es fundamental para cualquier comunidad, afirma el sacerdote. “Si tengo una sacristía y un despacho adecuado, puedo recibir mejor a la gente. Es un sueño para los feligreses”. Y concluye: “Gracias a ACN podemos seguir creciendo y adaptándonos a las necesidades de la comunidad. La pastoral tiene que ser un pilar importante, para ayudar a guiar y apoyar a las nuevas generaciones”.
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