(ZENIT Noticias / Roma, 05.11.2024).- En un discurso en la Pontificia Universidad Gregoriana, el Papa Francisco describió una visión de la educación basada en la compasión, el diálogo y la humildad, y pidió un enfoque que vaya más allá del intelectualismo para involucrarse con las realidades vividas. Cuando la universidad dio a conocer su nueva configuración, que ahora incluye el Pontificio Instituto Bíblico y el Pontificio Instituto Oriental, el Papa instó a los académicos y educadores a cultivar una atmósfera inclusiva, “menos sobre pedestales y más sobre mesas compartidas”, abogando por un modelo de diálogo “desarmado”.
Hablando ante una audiencia de estudiantes, el Papa Francisco condenó lo que describió como “coca-colonización espiritual” en el ámbito académico. Enfatizó la necesidad de una teología que no se vuelva obsoleta ni se limite a los museos, sino que permanezca dinámica, conectada tanto con el sufrimiento del mundo como con sus esperanzas. Su conferencia también subrayó los peligros de lo que llamó “Coca-Cola espiritual” o “la privatización de la fe en mera comodidad”, advirtiendo que la sed de relevancia no debe eclipsar una búsqueda más profunda de la verdad.
El Papa destacó los peligros que plantea el avance tecnológico descontrolado, en particular la inteligencia artificial. Animó a los estudiantes y educadores a explorar los límites del razonamiento algorítmico y a fomentar valores como la ironía, el humor y la creatividad, cualidades que la IA no puede reproducir. La educación, sugirió, debe ser un lugar para “cultivar semillas de imaginación”, fundamentando el rigor intelectual con corazón y humanidad.
El jesuita Arturo Sosa, vice gran canciller de la Gregoriana, se hizo eco del llamado del Papa, enfatizando que el estudio científico y teológico debe “abrir nuevos caminos para la fe” que interactúen con la sociedad y la transformen. El rector Mark Lewis reforzó esto señalando el papel histórico y evolutivo de la Gregoriana como un lugar de formación intelectual y espiritual, preparado para abordar las necesidades de la iglesia moderna de una manera que respete las diversas perspectivas.
Un tema unificador del discurso del Papa Francisco fue su visión de una educación que no sólo forme las mentes, sino que nutra las almas. Al reflexionar sobre las crisis globales, en particular la “locura de la guerra”, expresó su pesar por el mundo “en llamas de división”, instando a la comunidad académica a generar “sabiduría nacida del compromiso con el dolor y la esperanza de la gente real”. La verdadera educación, insistió, significa “acercarse lo suficiente para ser tocado por las heridas del mundo” y adoptar una humildad que desarme el orgullo intelectual.
Francisco terminó con un llamado a abrazar el humor, recordando la oración de Santo Tomás Moro, que buscaba “una buena digestión y algo para digerir”. Destacando la risa como algo esencial para la humanidad, alentó a la comunidad académica a evitar “perderse en laberintos intelectuales” y a llevar humor al camino del aprendizaje. Antes de partir, el Papa Francisco saludó a los estudiantes y al personal y se tomó un momento de oración silenciosa, reflejando su profunda esperanza en un futuro donde la teología, la fe y la humanidad caminen de la mano.
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