(ZENIT Noticias / Roma, 25.10.2024).- En el corazón de Roma, en la gran Basílica de San Juan de Letrán, el Papa Francisco se dirigió a una reunión el viernes 25 de octubre, desafiando a la comunidad de Roma a abordar las profundas desigualdades que persisten en la ciudad. Con sinceridad y convicción, el Papa compartió su visión de un enfoque unido para abordar la pobreza, el desempleo y las luchas que enfrentan innumerables romanos.
La velada comenzó con la voz de una joven estudiante, Mariagrazia, de la escuela secundaria Amaldi de Tor Bella Monaca. Sus palabras reflejaban una simple pero profunda constatación: «La verdadera felicidad llega cuando llevamos la felicidad a los demás». Le ofreció estas palabras al Papa Francisco, quien la escuchó con calidez, abrazando su esperanza juvenil.
La reunión mostró los resultados de un proyecto titulado «(Dis)uguaglianze» ((Des)igualdades), inspirado en una convención de hace 50 años que abordaba los problemas sociales de Roma. En su discurso, el Papa Francisco pintó una imagen vívida de una ciudad fracturada: alimentos desperdiciados mientras las familias pasan hambre, espacios vacíos junto a quienes duermen en las calles y jóvenes que no pueden encontrar trabajo. Estas duras contradicciones, advirtió, corren el riesgo de reducir a Roma a una «ciudad en pedazos».
Cuando el Papa Francisco entró en la basílica, una ovación de pie lo recibió cuando llegó en silla de ruedas, acompañado por los conmovedores sonidos del coro diocesano. Su discurso enfatizó tres caminos a seguir para Roma: “llevar buenas noticias a los pobres, reparar las divisiones y plantar semillas de esperanza”. En un llamado improvisado a la acción, instó a su audiencia a mirar a los ojos a los necesitados, extendiendo una mano genuina en lugar de simplemente lanzar una moneda. «Un cristiano que no es compasivo, que no es tierno, no es cristiano en absoluto», declaró con su franqueza característica.
“Reparar la grieta”: la colaboración y el diálogo como herramientas para el cambio
El Papa también habló de la necesidad de “reparar la grieta”, llamando a los fieles a construir alianzas y entablar un diálogo con todos los sectores de la sociedad. Animó a los asistentes a salir del evento con “compromisos concretos” para reducir las desigualdades y adoptar las enseñanzas sociales de la Iglesia como marco para el progreso.
Destacando la necesidad de esperanza, el Papa Francisco conectó la reunión de la noche con el próximo año jubilar, instando a la ciudad a “iniciar nuevos procesos de esperanza”. Esto no es sólo una responsabilidad de la Iglesia, subrayó, sino un llamado a todos los ciudadanos. Recordó el legado de Don Luigi di Liegro, fundador de Caritas, y de innumerables laicos que han trabajado incansablemente por los vulnerables, desafiando a la Roma de hoy a asumir este manto de servicio. “Atrévanse a ser caritativos”, instó, “no tengan miedo de soñar con grandes cosas, incluso si comienzan pequeñas”.
Se insta a los líderes de Roma a responder a los desafíos sociales
Baldo Reina, vicario del Papa para la diócesis de Roma, destacó las desigualdades como la raíz de muchos problemas contemporáneos en la ciudad. Más temprano ese mismo día, recibió su título de arzobispo, lo que agregó peso a sus palabras al alentar una cooperación más estrecha con instituciones y organizaciones para abordar las divisiones sociales.
Representantes de todos los líderes cívicos de Roma recibieron un volumen que resume meses de trabajo en temas urgentes como la atención médica, la educación, la vivienda y el empleo. Estuvieron presentes el alcalde de Roma, Roberto Gualtieri; el prefecto Lamberto Giannini; el jefe de policía Roberto Massucci; el comandante general de los Carabineros Andrea Taurelli; y Emanuele Cangemi, vicepresidente del Consejo Regional del Lacio. El trabajo fue presentado por el director de Cáritas, Giustino Trincia, y el periodista Marco Damilano ofreció un resumen conmovedor, enfatizando la necesidad de nuevas y creativas formas de compromiso cívico para construir puentes frente al conflicto.
Al final de la velada, las palabras del Papa Francisco resonaron en todos: el tiempo de la compasión pasiva ha pasado. Roma, declaró, debe convertirse en una ciudad donde el cuidado, el diálogo y la compasión sean sus bases. Para la comunidad de Roma, desde jóvenes como Mariagrazia hasta los funcionarios más altos de la ciudad, el mensaje del Papa fue claro: ahora es el momento de la unidad en la acción.
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