Vaticano concluye obras de iluminación, restauración y seguridad en basílica y necrópolis

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 11.04.2025).- La Basílica de San Pedro, una maravilla de arte, fe y arquitectura en el corazón del Vaticano, abre una nueva etapa: una en la que la majestuosidad de la antigüedad se fusiona con la innovación moderna. La basílica presenta una serie de meticulosas restauraciones y mejoras vanguardistas que reafirman su papel no solo como espacio sagrado, sino también como monumento vivo y en constante evolución.

Durante más de 14 meses, bajo la dirección de la Fabbrica di San Pietro, se ha producido una silenciosa transformación dentro de los muros de la basílica. Ya finalizado, el proyecto ha restaurado algunas de sus obras maestras barrocas más icónicas, entre las que destacan las tumbas monumentales de los papas Pablo III y Urbano VIII, que se yerguen en solemne silencio a ambos lados del Altar de la Cátedra de San Pedro. Estos majestuosos sepulcros, esculpidos por Guglielmo della Porta y Gian Lorenzo Bernini respectivamente, han recuperado todo su esplendor gracias al minucioso trabajo de un equipo altamente cualificado de conservadores, ingenieros e historiadores.

Sin embargo, este renacimiento no se limita a lo visible. Bajo las imponentes bóvedas, en lo profundo de la Necrópolis Vaticana, se ha llevado a cabo una restauración diferente: la restauración de la luz. Utilizando la tecnología de iluminación más avanzada de la firma austriaca Zumtobel, en colaboración con la arquitecta Alessandra Reggiani, la necrópolis, las galerías arqueológicas y las Grutas Vaticanas ahora brillan con una iluminación suave y deliberada, diseñada para evocar los caminos iluminados por las llamas de los primeros fieles cristianos. La iluminación es más que estética: es ambiental, emocional y espiritual, calibrada con precisión para respetar el microclima de la tumba sagrada de San Pedro, a la vez que guía a los visitantes con delicadeza hacia la contemplación.

“La luz es el único elemento ambiental que puede evocar emociones de forma tan directa”, afirma el ingeniero Alberto Capitanucci, quien supervisó los aspectos técnicos de las renovaciones. “No se trata solo de visibilidad, sino de devoción. De guiar a los peregrinos, paso a paso, hacia un encuentro con lo sagrado”.

La experiencia comienza mucho antes de llegar al altar. Una escalera descendente —una línea de tiempo literal y metafórica— transporta a los visitantes a través de los siglos, desde el Vaticano actual hasta el año 64 d. ​​C., cuando el apóstol Pedro fue martirizado bajo el reinado de Nerón. A lo largo del recorrido, paneles tenuemente retroiluminados narran la historia de las basílicas, tanto la antigua como la nueva. En la base se encuentra el corazón de la tradición cristiana: la tumba de Pedro, bajo el colosal baldaquino de bronce de Bernini, y no lejos de las tumbas restauradas de dos papas cuyos legados contribuyeron a forjar la identidad misma de esta ciudadela espiritual.

Si bien gran parte del trabajo se centró en la belleza y la memoria, la Fabbrica di San Pietro también abordó la creciente urgencia de la seguridad. Con hasta 12 millones de visitantes anuales —y se espera que la cifra aumente durante el Jubileo—, el Vaticano ha implementado un plan de evacuación avanzado, desarrollado en colaboración con el departamento nacional de bomberos de Italia. Este plan, fruto de escaneos 3D de precisión y un software de simulación de vanguardia, mapea el comportamiento de las multitudes en tiempo real, identificando puntos críticos y permitiendo salidas más rápidas y seguras durante picos de afluencia o emergencias.

El ingeniero Stefano Marsella, quien dirigió el modelado de seguridad, describe la iniciativa como «un modelo para los lugares de culto de todo el mundo». Al reproducir la disposición de la basílica con precisión milimétrica, su equipo pudo simular escenarios de evacuación con miles de personas, ajustando la infraestructura y los protocolos para preservar no solo el espacio sagrado, sino también el bienestar de todos los que lo transitan.

El cardenal Mauro Gambetti, arcipreste de la Basílica y presidente de la Fabbrica di San Pietro, considera el proyecto un gesto de gratitud, un regalo a cambio de la fe inquebrantable de peregrinos y donantes. «Mejorar, innovar, no detenerse nunca», afirma, «es nuestra forma de agradecer al Pueblo de Dios. La Fabbrica nunca duerme».

Este espíritu de continuidad y apertura impregna toda la iniciativa. Desde el resplandor de las tumbas recién iluminadas hasta el zumbido apenas perceptible de los sistemas de seguridad de vanguardia, la basílica ofrece hoy una mezcla de asombro e intimidad. No es solo un monumento. Es una experiencia viva de la historia sagrada, que se despliega de nuevo.

En un lugar donde siglos de oración han dejado su huella en la piedra y el silencio, el último capítulo no grita, sino que brilla. Y para quienes recorren sus pasillos, el encuentro no es solo con el arte o la arquitectura, sino con una tradición vibrantemente presente, lista para recibir el futuro.

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