(ZENIT Noticias / Washington, 09.04.2025).- El arzobispo emérito de Washington, Theodore Edgar McCarrick, murió el pasado 3 de abril a los 94 años en Missouri, donde vivió aislado tras ser condenado por abuso sexual y de poder contra adultos y menores, y expulsado del ejercicio sacerdotal en 2019 por el Papa Francisco.

Theodore Edgar McCarrick ocupó la archidiócesis de Washington entre 2000 y 2006, tras ser obispo auxiliar en Nueva York. Recibió acusaciones de abusos, en particular a seminaristas, y fue suspendido a divinis. En 2018, presentó la renuncia al Colegio Cardenalicio al Papa Francisco, quien ordenó en 2019 su suspensión del ejercicio de cualquier ministerio público y la obligación a una vida de oración y penitencia.

La investigación vaticana declaró admitidos los abusos cometidos por McCarrick en las décadas de 1980 y 1990.

McCarrick destacó en la Iglesia Católica de los Estados Unidos por su habilidad para recaudar fondos y buenos servicios pastorales en la Diócesis de Metuchen y en la Arquidiócesis de Newark, en Nueva Jersey. En 2001 fue nombrado Arzobispo de Washington.

El actual arzobispo de Washington, cardenal Robert McElroy, emitió un comunicado en el que decía: «En este momento, estoy especialmente consciente de aquellos a quienes perjudicó durante el curso de su ministerio sacerdotal. A pesar de su dolor perdurable, permanezcamos firmes en nuestras oraciones por ellos y por todas las víctimas de abuso sexual».

Los informes sobre los comportamientos inapropiados de McCarrick surgieron en 1994. New York Times informó que McCarrick había abusado sexualmente de un niño de 11 años llamado James Grein, en 1969.

La causa penal civil contra McCarrick estuvo suspendida desde enero de 2024 tras declararse incompetente el acusado por demencia, aunque fue laicizado en el juicio canónico.

El cardenal Joseph Tobin, quien ahora dirige la arquidiócesis de Newark, calificó a McCarrick como «un individuo privado, sin afiliación con la arquidiócesis de Newark durante muchos años”. Y añadió: «Soy muy consciente del trauma que esta noticia puede reavivar para las víctimas del señor McCarrick».

El cardenal de Newark declaró: «Como Iglesia, nos mantenemos firmes en nuestro compromiso de escuchar a los sobrevivientes, apoyar su curación y garantizar que tales traiciones nunca se repitan».

La muerte del anciano cardenal ha sido informada por muchos medios con el recuerdo de sus fallos. Si hubiera sido otro cardenal, sin escándalos y con mucha dedicación a las labores eclesiales, habría pasado inadvertida.

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