(ZENIT Noticias / Bruselas, 29.09.2024).- El Papa Francisco concluye su visita a Bélgica con una misa en el Estadio Rey Balduino y la beatificación de Ana de Jesús
El domingo 29 de septiembre, el Papa Francisco concluyó su viaje apostólico a Bélgica con un evento trascendental en el Estadio Rey Balduino de Bruselas. El día estuvo marcado por un profundo sentido de unidad y celebración, ya que el Papa presidió una misa a la que asistieron aproximadamente 40.000 fieles. El momento culminante de la ceremonia fue la beatificación de Ana de Jesús, una figura significativa en la historia de la Orden de los Carmelitas Descalzos.
Una alegre bienvenida en el Estadio Rey Balduino
La mañana comenzó con la salida del Papa de la Nunciatura Apostólica después de saludar al personal y a los benefactores. Al llegar al estadio a las 9 a.m., se subió al icónico papamóvil y realizó un lento recorrido por el estadio. La multitud, que se había reunido con gran expectación, recibió al Papa con vítores y aplausos, reflejando la alegría y reverencia que sentían por su presencia. El Papa Francisco saludó a los asistentes y les dio una sensación de calidez y accesibilidad a la multitudinaria reunión, mientras bendecía a los fieles desde el papamóvil.
Beatificación de Ana de Jesús
A las 10 de la mañana, el Papa presidió una misa solemne, conmemorando el 26º Domingo del Tiempo Ordinario. La misa también incluyó la beatificación de Ana de Jesús, una monja española del siglo XVI que desempeñó un papel fundamental en la difusión de la reforma de las Carmelitas Descalzas iniciada por Santa Teresa de Ávila. Ana de Jesús, reconocida por su profundidad espiritual y liderazgo, fue declarada “Beata” durante la ceremonia, un paso hacia la santidad.
En su homilía, el Papa Francisco habló sobre la importancia de la humildad y el servicio, tomando como ejemplo la vida de Ana de Jesús como un ejemplo de fe y dedicación inquebrantables. Enfatizó que su legado debe inspirar a los cristianos a vivir con compasión, sacrificio y apertura a la voluntad de Dios.
La beatificación fue un momento muy fuerte para muchos de los asistentes, especialmente para la comunidad carmelita, que considera a Ana de Jesús como una madre espiritual y un modelo de santidad. Las palabras del Papa resonaron en todo el estadio, animando a todos los presentes a buscar una vida de virtud y a seguir los pasos de la recién beatificada.
Una sentida despedida con la oración del Ángelus
Después de la misa, el arzobispo Luc Terlinden de Malinas-Bruselas expresó su gratitud al Papa Francisco por su visita y por dirigir una celebración tan significativa. El Papa dirigió entonces el rezo del Ángelus, una oración católica tradicional que honra el momento de la Encarnación. Fue un momento de reflexión colectiva y de paz, en el que la gran multitud se unió en oración.
Después del Ángelus, el Papa Francisco se tomó un momento para saludar a la familia real belga, incluidos el rey Felipe y la reina Matilde, así como a los miembros de la familia real de Luxemburgo. Sus cálidos intercambios con la realeza destacaron la sólida relación entre el Vaticano y las dos naciones.
Salida de Bélgica: despedida en la base aérea de Melsbroek
Poco después de la celebración de la misa, el Papa Francisco abandonó el estadio y se dirigió a la base aérea de Melsbroek para la ceremonia oficial de despedida. A su llegada, a las 12:35 horas, el Papa fue recibido por un ministro del gobierno, que lo acompañó hasta la sala VIP para una última reunión y la firma del Libro de Honor de la base aérea.
A continuación, el Papa Francisco pasó por una guardia de honor, saludando tanto a la delegación belga como a su propio séquito. En un último gesto de gratitud y respeto, el Papa se despidió del pueblo belga subiendo a un avión A321 de Brussels Airlines a las 13:21 horas, rumbo a Italia.
Regreso a Roma
El avión del Papa Francisco aterrizó en el Aeropuerto Internacional Leonardo da Vinci de Roma a las 15 horas, marcando el final de su viaje apostólico a Luxemburgo y Bélgica. El viaje, que se centró en temas de paz, justicia social y promoción de la dignidad humana, dejó un impacto duradero en las miles de personas que tuvieron la oportunidad de presenciar su presencia y escuchar sus mensajes.
Desde la beatificación de una monja venerada hasta los encuentros con refugiados y jóvenes, la visita del Papa Francisco a Bélgica fue un poderoso testimonio de su compromiso permanente de construir puentes de compasión y comprensión a través de las fronteras. Cuando el Papa regresó al Vaticano, los ecos de sus palabras, oraciones y acciones permanecieron en los corazones de muchos, ofreciendo esperanza e inspiración para el futuro.
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