(ZENIT Noticias / Roma, 10.09.2024).- Alisa es una joven rusa que junto con su madre y hermana decidió salir de su país para ir a estudiar la universidad en el continente europeo, más concretamente en Malta.
Ella fue criada en un ambiente completamente secular, sin ningún tipo de orientación religiosa. Jamás se planteó la idea de Dios o de religión en su vida… hasta sus 20 años.
Comenzó a darse cuenta de que algo le faltaba, pero jamás pensó que pudiera ser Dios o la religión dado que en su formación nunca había tenido contacto con estas realidades.
Ella dice que “pensaba que la religión era para gente de mente débil, que no son muy brillantes y eligen la salida fácil. Pero me sentía muy vacía, como echando algo de menos…”. Admite que comenzó a experimentar una gran falta de sentido y pensaba en suicidarse, aunque nunca lo llegó a intentar.
Una de las cosas que le ayudaron en ese momento fue el abrirlo con sus amigos y hablar acerca del tema, lo que le hizo reflexionar que quizá Dios podía estar obrando en ella. Por otro lado, tenía un novio que había sido bautizado como católico, pero era no practicante, sin embargo, al comenzar esta búsqueda de Dios, decidieron ir juntos a misa un domingo.
Cuenta que su experiencia fue muy diversa a lo que se esperaba porque era la primera vez que participaba de una misa y su sensación fue como si regresara a casa, aunque curiosamente ella jamás había estado ahí, pero agrega: “recuerdo cuando en Rusia jugábamos en la nieve con un tiempo gélido. En cuanto volvíamos a casa, nos envolvía esa sensación cálida, acogedora, de familia y comida caliente. Eso es para mí la sensación de llegar a casa. Y eso es exactamente lo que sentí cuando entré en esa iglesia por primera vez».
Desde entonces ella y su novio no dejaron de asistir a misa cada domingo y a tener formación con un sacerdote, y esto le ha ayudado a comprender más la fe y a prepararse para ser bautizada y entrar en la Iglesia católica.
Poco antes de su bautizo reflexionaba: «Antes pensaba que la fe era limitadora y opresiva, pero ahora me doy cuenta de que es extremadamente liberadora… saber que todo se perdona me hace sentirme absolutamente libre, no porque piense que ahora pueda hacer cualquier cosa, sino porque sé que, no importa lo que hiciera mal, no tengo que llevar esa carga conmigo», detalla. «Me siento a la vez en paz y muy emocionada».
También menciona esto respecto a la guerra en Ucrania: «Condeno con fuerza toda esa violencia que sucede». Asegura que la fe le ha sostenido en estos momentos difíciles. «Hay gente que me pregunta cómo puedo creer en Dios cuando vemos todas esas atrocidades de la guerra. Pero creo que Dios nos dio libre voluntad. Unos la usan para servir a su orgullo, pero podemos usarla para trabajar por la paz».
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