Papa a musulmanes afganos: “no se puede, en nombre de Dios, fomentar el desprecio a los demás, el odio y la violencia”

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 08.08.2024).- Por la mañana del miércoles 7 de agosto, momentos antes de la audiencia general, el Papa Francisco recibió en audiencia a un grupo de representantes de la comunidad musulmana de Afganistán en Italia. Ofrecemos la traducción al castellano de las palabras del Papa:

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Estimados señores:

Me complace reunirme con ustedes, que representan a la Asociación de la Comunidad Afgana en Italia.

Afganistán, en las últimas décadas, ha tenido una historia complicada y dramática, caracterizada por una sucesión de guerras y conflictos sangrientos, que han hecho muy difícil para la población llevar una existencia pacífica, libre y segura. La inestabilidad, las operaciones bélicas, con su carga de destrucción y muerte, las divisiones internas y los impedimentos para que se reconozcan ciertos derechos fundamentales, han empujado a muchos a tomar el camino del exilio. He conocido a algunas familias de Afganistán que han venido aquí.

También hay que recordar otra característica importante de la sociedad afgana y pakistaní: están formadas por muchos pueblos, cada uno orgulloso de su cultura, de sus tradiciones, de su modo de vida específico. Esta marcada diferenciación, en lugar de ser una oportunidad para promover un mínimo común denominador que proteja las especificidades y los derechos de cada uno, es a veces motivo de discriminación y exclusión, cuando no de franca persecución. Suena trágico, pero se ha vivido una época trágica, con tantas guerras…

Todo esto cobra aún mayor relevancia en la zona fronteriza con Pakistán, donde el entrelazamiento de grupos étnicos y la extrema «porosidad» de las fronteras determinan una situación que no es fácil de descifrar y en la que resulta muy difícil elaborar una legislación eficaz que sea concretamente comprendida y aplicada por todos. En tales contextos, pueden desencadenarse procesos en los que la parte que es o se siente más fuerte tiende a ir más allá de los propios dictados de la ley o a prevaricar sobre las minorías, escudándose en el supuesto derecho de la fuerza en lugar de confiar en la fuerza de la ley.

El factor religioso, por su propia naturaleza, debería ayudar a suavizar la crudeza de los contrastes, debería crear el espacio para que a todos se les reconocieran plenos derechos de ciudadanía en igualdad de condiciones y sin discriminación. Sin embargo, muchas veces la religión es manipulada e instrumentalizada, y acaba sirviendo a designios que no son compatibles con ella. En esos casos, la religión se convierte en un factor de enfrentamiento y odio, que puede desembocar en actos violentos. Y ustedes lo han visto, unas cuantas veces. Recuerdo, aquella época dura, viendo imágenes en los telediarios: con cuánta dureza, con cuánto dolor…

Por eso, es imprescindible que madure en todos la convicción de que no se puede, en nombre de Dios, fomentar el desprecio a los demás, el odio y la violencia. Os animo, pues, a proseguir en vuestro noble empeño de promover la armonía religiosa y a trabajar para superar los malentendidos entre las distintas religiones, a fin de construir un camino de diálogo confiado y de paz. No es un camino fácil, que a veces sufre contratiempos, pero es el único posible, que hay que seguir con tenacidad y constancia, si de verdad queréis hacer el bien a la comunidad y fomentar la paz. Recuerdo que cuando estuve en la República Centroafricana, estuve con la comunidad católica y luego fui a visitar a la comunidad islámica, y recé en la mezquita. Y allí había una reunión con los líderes, y la mezquita estaba un poco adelantada. Y les dije: «¿Pero puedo ir a rezar?». – No se lo esperaban. «Sí»: me quité los zapatos y fui a rezar allí. Y luego el jefe de la comunidad se subió a mi papamóvil y fuimos a visitar todas las comunidades, tanto la islámica como la protestante y la católica. Y esto une, esto une mucho.

En este sentido, me gustaría recordar lo que, junto con el Gran Iman de Al-Azhar, declaramos en el Documento sobre la Hermandad Humana para la Paz Mundial y la Convivencia Común, firmado en Abu Dabi el 4 de febrero de 2019, a saber, que

«las religiones nunca incitan a la guerra y no solicitan sentimientos de odio, hostilidad, extremismo, ni invitan a la violencia o al derramamiento de sangre. Estas desgracias son el resultado de la desviación de las enseñanzas religiosas, del uso político de las religiones y también de las interpretaciones de grupos de hombres de religión que han abusado […] de la influencia del sentimiento religioso en el corazón de los hombres para llevarles a hacer lo que no tiene nada que ver con la verdad de la religión». Por eso hemos pedido a todos que «dejen de instrumentalizar las religiones para incitar al odio, la violencia, el extremismo y el fanatismo ciego, y que dejen de utilizar el nombre de Dios para justificar actos de asesinato, exilio, terrorismo y opresión». Y lo hemos hecho precisamente por nuestra fe en Dios, que creó a la humanidad para vivir como hermanos y «no quiere que se utilice su nombre para aterrorizar a la gente». Lo dicho sobre el papel de la religión puede aplicarse por analogía a las diferencias étnico-lingüístico-culturales, para cuya gestión es igualmente necesario «adoptar la cultura del diálogo como vía; la colaboración común como conducta; el conocimiento mutuo como método y criterio» (ibid.).

Queridos hermanos, espero sinceramente que estos criterios se conviertan en un patrimonio común, de tal forma que influyan en las mentalidades y los comportamientos, de modo que los principios no sólo se aprecien y compartan de forma abstracta, sino que se apliquen concreta y puntualmente. Si esto ocurre, la discriminación de la que se queja su Asociación contra la etnia pastún en Pakistán también llegará a su fin y podrá comenzar una nueva era, en la que la fuerza de la ley, la compasión -esta palabra es clave: compasión- y la cooperación en el respeto mutuo darán lugar a una civilización más justa y humana. He visto en algunos países de África, por ejemplo, donde hay dos religiones importantes -el islam y el catolicismo-, cómo en Navidad los musulmanes van a saludar a los cristianos y les llevan corderos y otras cosas, y en la fiesta del Sacrificio los cristianos van a ver a los musulmanes y les llevan cosas para la fiesta: esto es verdadera fraternidad, y esto es hermoso. Luchad por esto.

Que Dios todopoderoso y misericordioso ayude a los gobernantes y a los pueblos a construir una sociedad en la que todos sean reconocidos como ciudadanos de pleno derecho, con los mismos derechos; en la que todos puedan vivir según sus propias costumbres y cultura, en un marco que tenga en cuenta los derechos de todos, sin prevaricaciones ni discriminaciones.

Queridos amigos, les agradezco su visita. Os deseo mucho éxito en vuestro trabajo e invoco la bendición de Dios sobre vosotros y vuestras familias. Y rezad para que Dios me bendiga a mí. Gracias.

Traducción del original en lengua italiana realizada por el director editorial de ZENIT.

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