Vaticano saluda el Ramadán 2024: Ninguna guerra es santa, sólo la paz es santa

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 15.03.2024).- En ocasión del mes del Ramadán, el Dicasterio para el Diálogo Interreligioso, organismo de la Santa Sede que se ocupa del diálogo de la Iglesia católica con todas las religiones no cristianas, emitió un mensaje de felicitación que titularon “Cristianos y musulmanes: extinguir el fuego de la guerra y encender la vela de la paz”. El mensaje “del Vaticano” lleva la firma del cardenal Miguel Ángel Ayuso. El islam es una de las primeras causales de muerte para cristianos por razón de religión. A continuación, el mensaje del Dicasterio para el Diálogo Interreligioso traducido por ZENIT al castellano:

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Queridos hermanos y hermanas musulmanes:

Una vez más os saludamos con ocasión del mes de Ramadán con un mensaje de cercanía y amistad, conscientes de la importancia de este periodo para vuestro camino espiritual y para vuestra vida familiar y social, que abarca también a vuestros amigos y vecinos cristianos.

Nos alegra saber que nuestro Mensaje anual para el Ramadán es un medio importante para fortalecer y construir buenas relaciones entre cristianos y musulmanes, gracias a su difusión a través de los medios de comunicación tradicionales y modernos, especialmente las redes sociales. Por esta razón, sería útil dar a conocer mejor este Mensaje a ambas comunidades.

Nos hubiera gustado compartir con ustedes algunas reflexiones sobre un tema diferente, pero el creciente número de conflictos en nuestros días, que van desde combates militares hasta enfrentamientos armados de diversa intensidad en los que participan Estados, organizaciones criminales, bandas armadas y civiles, se ha vuelto verdaderamente alarmante. El Papa Francisco observó recientemente que este aumento de las hostilidades está transformando de hecho «una tercera guerra mundial librada a pedazos» en «un verdadero conflicto global».

Las causas de estos conflictos son múltiples, algunas antiguas, otras más recientes. Junto con el perenne deseo humano de dominación, las ambiciones geopolíticas y los intereses económicos, una de las principales causas es sin duda la continua producción y comercio de armas. Aunque una parte de nuestra familia humana sufre gravemente los efectos devastadores del uso de estas armas en la guerra, otros se regocijan cínicamente en el gran beneficio económico de este comercio inmoral. El Papa Francisco describió esto como mojar un bocado de pan en la sangre de nuestro hermano.

Al mismo tiempo, podemos estar agradecidos de que también poseemos inmensos recursos humanos y religiosos para promover la paz. El deseo de paz y seguridad está profundamente arraigado en el alma de toda persona de buena voluntad, pues nadie puede dejar de ver los trágicos efectos de la guerra en la pérdida de vidas, el número de heridos graves y la multitud de huérfanos y viudas.

La destrucción de infraestructuras y bienes hace la vida irremediablemente difícil, cuando no imposible. A veces cientos de miles de personas se ven desplazadas en su propio país u obligadas a huir a otros países como refugiados. En consecuencia, la condena y el rechazo de la guerra deben ser inequívocos: toda guerra es fratricida, innecesaria, insensata y oscura. En la guerra, todos pierden. Una vez más, en palabras del Papa Francisco: «Ninguna guerra es santa, sólo la paz es santa».

Todas las religiones, cada una a su manera, consideran la vida humana sagrada y, por tanto, digna de respeto y protección. Afortunadamente, los Estados que permiten y practican la pena capital son cada vez menos. Un sentido despierto de respeto por esta dignidad fundamental del don de la vida contribuirá a la convicción de que hay que rechazar la guerra y apreciar la paz.

Aun con sus diferencias, las religiones reconocen la existencia y el importante papel de la conciencia. Formar las conciencias para que respeten el valor absoluto de la vida de cada persona y su derecho a la integridad física, a la seguridad y a una vida digna contribuirá igualmente a la condena y al rechazo de la guerra, de toda guerra y de todas las guerras.

Miramos al Todopoderoso como el Dios de la paz, la fuente de la paz, que ama de manera especial a todos aquellos que dedican su vida al servicio de la paz. Como tantas otras cosas, la paz es un don divino pero, al mismo tiempo, fruto del esfuerzo humano, sobre todo en la preparación de las condiciones necesarias para su establecimiento y conservación.

Como creyentes, también somos testigos de la esperanza, como recordamos en nuestro Mensaje para el Ramadán 2021: «Cristianos y musulmanes: testigos de la esperanza». La esperanza puede simbolizarse con una vela, cuya luz irradia seguridad y alegría, mientras que el fuego, sin control, puede conducir a la destrucción de la fauna y la flora, de las infraestructuras y a la pérdida de vidas humanas.

Queridos hermanos y hermanas musulmanes, unámonos para apagar el fuego del odio, la violencia y la guerra, y encender en su lugar la dulce vela de la paz, aprovechando los recursos para la paz que están presentes en nuestras ricas tradiciones humanas y religiosas.

Que vuestro ayuno, las demás prácticas piadosas durante el Ramadán y la celebración del ‘Id al-Fitr que lo concluye, os traigan abundantes frutos de paz, esperanza y alegría.

Traducción del original en lengua italiana realizada por el director editorial de ZENIT.

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