Rebecca Oas
(ZENIT Noticias – Center for Family and Human Rights / Washington, 07.03.2024).- Un proyecto de varias agencias de la ONU no solo ha desarrollado medicamentos y dispositivos anticonceptivos, así como abortos químicos, sino que también aprovecha sus hallazgos para influir en la política global y las leyes dentro de los países miembros de la ONU.
Esta sórdida historia se explora en un nuevo libro escrito por Louis-Marie Bonneau y Grégor Puppinck del respetado Centro Europeo para el Derecho y la Justicia (ECLJ). Los autores señalan que el “Programa de Reproducción Humana” (HRP) se fundó en medio del furor por el temor a la “bomba demográfica” popularizado por el autor malthusiano Paul Ehrlich, cuyo libro de 1968 advertía que la superpoblación conduciría a un sufrimiento humano, hambruna y muerte generalizados.
Los programas de control demográfico del siglo XX son ahora ampliamente vistos como abusivos y mal concebidos, y las predicciones de Ehrlich nunca se hicieron realidad. El HRP cambió la narrativa para sugerir que sus productos abortivos y anticonceptivos eran formas de cumplir los derechos humanos, en lugar de negarlos, como era común en programas anteriores de control demográfico.
Esta nueva estrategia fue evidente en la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo de 1994, donde los términos “salud sexual y reproductiva” y “derechos reproductivos” entraron en la política de la ONU, rebautizando los medios de reducción de la fertilidad como el derecho de los individuos y las familias a acceder, en lugar de a que algo que los gobiernos puedan imponer desde arriba. Sin embargo, el resultado previsto (reducir el crecimiento demográfico) se mantuvo firme.
El trabajo reciente más notable del HRP es su directriz sobre el aborto de 2022, que pedía a los países que eliminaran todas las restricciones legales al aborto. A pesar de que el aborto nunca ha sido declarado un derecho por consenso global, la directriz sobre el aborto señala que las opiniones no vinculantes de los órganos de seguimiento de los tratados han pedido su despenalización en todas las circunstancias.
“Esta afirmación demuestra claramente que el [HRP] utiliza su autoridad científica para torcer el brazo de los Estados a la hora de interpretar los tratados que han firmado”, escriben Bonneau y Puppinck.
Aparte de sus afirmaciones de autoridad científica, el HRP también cuenta con el respaldo de fundaciones y países poderosos y ricos. Los autores del libro señalan que las directrices sobre el aborto se escribieron después de que la fundación de Warren Buffett prometiera una subvención de 100 millones de dólares.
El financiamiento adicional para el HRP proviene de las fundaciones Ford y Rockefeller, las cuales tienen vínculos de larga data con las políticas internacionales de control de la población, y de las fundaciones Gates, Hewlett y MacArthur.
El HRP también cuenta con financiación de países occidentales ricos, incluidos Suecia, Noruega, Dinamarca, Alemania, el Reino Unido, los Países Bajos, Canadá, Australia y los Estados Unidos. La financiación adicional proviene de agencias de la ONU, incluidas la OMS y el UNFPA, que a su vez reciben contribuciones tanto de gobiernos nacionales como de donantes privados.
Bonneau y Puppinck señalan que la OMS, “como todas las agencias especializadas… coordina su trabajo con las Naciones Unidas a través de acuerdos negociados sin dejar de ser legalmente independiente”. Debido a esto, el HRP, que opera bajo los auspicios de la OMS, demuestra más responsabilidad ante las prioridades de sus donantes que ante el texto de los acuerdos alcanzados por la Asamblea General u otros órganos de la ONU que operan sobre la base del consenso.
Traducción del original en lengua inglesa realizada por el director editorial de ZENIT.
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