Muchos (no grupúsculos), no ideologizados (sino fieles a la verdad), estamos en desacuerdo con este documento, y firmemente decididos a no aceptar ni la doctrina ni la puesta en práctica de lo que en él se plantea: la bendición de parejas en situación irregular y de parejas homosexuales.
Llegados a este punto, la pregunta es : ¿en qué situación quedamos en la Iglesia estos católicos díscolos?
¿Acaso se pueden sostener simultáneamente, como estamos haciendo, dos posturas incompatibles entre sí?. ¿No es la verdad lo que debe regir los comportamientos?. ¿No es un escándalo que un sacerdote sostenga una postura y su vecino la contraria? Y lo mismo un obispo o una conferencia episcopal respecto de la más cercana. ¡O que esto adquiera la dimensión de un continente!
¿No significan nada, por ejemplo, los razonamientos claros y abundantes de quien ha sido prefecto de la doctrina de la fe? ¿O del ex–prefecto de liturgia?
¿Se puede seguir caminando juntos sin aclarar la verdad?
Tal vez no se quiere afrontar una cuestión muy seria y dolorosa: el desgarro del corazón de muchos católicos, que sabiendo que es vital la unión con el Papa, descubren con perplejidad que esta vez Pedro no está en la verdad.
No se nos puede pedir una actitud fideísta que, cerrando los ojos al error objetivo, se adhiera a una formulación por el hecho de llevar la firma papal. La fe va por encima y mucho más allá que la razón, pero no contra ella.
Creo que es bueno volver a recordar algún aspecto de la gravedad de algunas afirmaciones de “Fiducia supplicans”. Más allá de los malabarismos semánticos que usa, esta declaración deja las puertas abiertas a bendecir lo que es intrínsecamente malo. Con ello queda dinamitada la moral católica: todo depende de la intención, de las circunstancias, de la situación… queda abolida la objetividad. Pongamos ejemplos: si fuera bendecible una relación entre personas homosexuales, también lo sería una relación incestuosa o polígama o “poliamorosa”… Si nada es intrínsecamente malo, todo depende de la actitud emocional de quienes vivan esas relaciones.
Sigamos con ejemplos: ¿por qué no bendecir a tres sicarios que tienen entre sí fuertes sentimientos de amistad? Y si lo que importa es el sentimiento, ¿qué haremos cuando alguien sufra mucho a causa de una enfermedad en estado terminal? ¿Habrá que bendecir la eutanasia? ¿Y por qué no compadecernos de la mamá que sufre un embarazo no deseado, y la “ayudamos” a abortar?
Si saltamos el límite de lo intrínsecamente malo, no habrá límite alguno para la perversión.
Si dinamitamos el carácter objetivo de la moral, quedamos a merced del tirano de turno. Y si el tirano tiene un halo sagrado, peor.
Aceptar la bendición de lo intrínsecamente malo (parejas homosexuales o irregulares) abre las puertas a validar las arbitrariedades de los poderosos. Solo la verdad garantiza la libertad.
Rechazar “Fiducia supplicans” no significa estar en contra del Papa. Precisamente porque reconocemos su autoridad nos dirigimos a él pidiéndole que aclare esta situación. Ahora bien, su autoridad no hace de él una especie de monarca absoluto ni le constituye en fuente de verdad; su misión le hace servidor de la verdad revelada por Dios y transmitida por la Iglesia. Ser fiel al Papa no lleva consigo la anulación de la propia conciencia, que, eso sí, debe estar rectamente formada.
Muchos nos seguimos preguntando el por qué de este documento. Innecesario: cualquier pastor sabe que debe tener un talante de acogida misericordiosa con cada persona, sea cual sea su situación moral. Confuso: si ya es bendecida cada persona, ¿para qué hace falta introducir la bendición a la pareja, con la ambigüedad que esto lleva consigo?¿Por qué tanta insistencia en introducir esta bendición de “a dos” si ya es bendecido cada uno individualmente?
Estas bendiciones no son un gesto de misericordia, porque traicionan la verdad de la persona. Más bien parecen una cesión a la cultura LGTBI.
Olvidemos ideologías y vayamos a la realidad. Está en juego la salvación eterna de muchas personas. Quienes adoptan un estilo de vida disconforme con el plan de Dios se encaminan, objetivamente hablando, al infierno. Quienes no los avisan o los confirman en sus posturas se hacen igualmente candidatos a la condenación eterna. No estamos ante un juego banal para situarnos entre progresistas o conservadores, entre derechas o izquierdas. Es una toma de postura con tremendas consecuencias eternas.
José Manuel Alonso Ampuero
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