(ZENIT Noticias / Roma, 03.10.2024).- En un audaz llamamiento humanitario, el Papa Francisco ha pedido la liberación de la líder encarcelada de Myanmar, Aung San Suu Kyi, al tiempo que ofrece refugio dentro de los muros protectores del Vaticano. El llamamiento del Papa, hecho público a través de una conversación íntima con jesuitas durante su reciente viaje al sudeste asiático, marca un gesto significativo de solidaridad en medio de la crisis actual en Myanmar.
Según extractos publicados por el Corriere della Sera el 24 de septiembre, el Papa Francisco reveló que había solicitado la libertad de Suu Kyi, declarando: «Me encontré con su hijo en Roma y le propuse darle refugio en el Vaticano». Este acto subraya el compromiso permanente del Papa de defender a los presos políticos y a los defensores de los derechos humanos en todo el mundo.
El desgarrador encarcelamiento de Aung San Suu Kyi
La Premio Nobel de la Paz, de 78 años, ha estado detenida desde el golpe militar de 2021 que puso fin abruptamente al breve experimento de Myanmar con la democracia. Suu Kyi, que una vez simbolizó la esperanza de una reforma democrática, ahora está cumpliendo una condena de 27 años por una letanía de cargos, que incluyen corrupción y presuntas violaciones de los protocolos de COVID-19.
Las preocupaciones por su bienestar han aumentado, ya que permanece en gran parte oculta a la vista del público, con informes que insinúan un deterioro significativo de su salud. A pesar de la indignación internacional, la junta militar de Myanmar ha proporcionado poca información sobre su estado, lo que intensifica los temores por su seguridad mientras soporta duras condiciones de cautiverio.
Un llamado a la acción para la crisis de Myanmar
Durante su conversación con colegas jesuitas, el Papa Francisco no se anduvo con rodeos al abordar la agitación que envuelve a Myanmar. Su condena de la violenta represión militar contra la oposición fue clara: «No podemos permanecer en silencio ante el sufrimiento en Myanmar. ¡Hay que hacer algo!». La apasionada súplica del Papa señala su frustración por la respuesta inadecuada de la comunidad internacional a la crisis que se está desatando.
Francisco, que visitó Myanmar en 2017 y ha seguido de cerca sus acontecimientos políticos, reiteró la necesidad de paz y democracia, instando a un futuro basado en la dignidad y los derechos humanos. «El futuro de Myanmar debe ser de paz, arraigado en el respeto de los derechos de todos y en la restauración de la democracia», declaró. Sus palabras se hacen eco de los sentimientos de innumerables activistas y ciudadanos que anhelan el retorno a un gobierno civil y el fin de la violencia en curso.
La represión en aumento y la indignación internacional
Mientras la junta militar de Myanmar continúa su brutal campaña contra cualquier forma de disidencia, el régimen ejecutó recientemente a dos destacados activistas pro democracia, Maung Kaung Htet y Chan Myae Thu, que fueron condenados en relación con un atentado con bomba en la prisión Insein de Yangon. La ejecución de Thu es particularmente notable, ya que se convirtió en la primera mujer ejecutada desde el golpe militar, un escalofriante recordatorio de la voluntad del régimen de aplastar cualquier resistencia mediante la fuerza letal.
Las ejecuciones han suscitado la condena de organizaciones internacionales de derechos humanos. Mary Aileen Diez-Bacalso, directora ejecutiva del Foro Asiático para los Derechos Humanos y el Desarrollo (FORUM-ASIA), condenó los asesinatos y afirmó: «Las meras palabras de condena ya no son suficientes. Se necesitan acciones concretas para desmantelar la cultura de impunidad bajo la que opera la junta». Bacalso advirtió además que esas medidas draconianas no son meramente punitivas, sino que también sirven como herramientas de terror, diseñadas para sofocar toda forma de oposición.
Una encrucijada para el futuro de Myanmar
La caída de Myanmar en la violencia, marcada por detenciones arbitrarias, ejecuciones y opresión generalizada, ha dejado a sus ciudadanos atrapados entre la desesperación y la esperanza. El control del poder por parte del régimen militar parece implacable, pero las voces que piden un cambio, tanto dentro del país como a nivel internacional, son cada vez más fuertes.
El pedido del Papa Francisco por la liberación de Aung San Suu Kyi y su oferta de asilo pueden simbolizar un punto de inflexión, enfatizando la importancia de la solidaridad global frente a la tiranía. Al extender su mano a una figura que alguna vez fue celebrada como un faro de la democracia, el Papa no solo está abogando por Suu Kyi, sino que también está llamando la atención sobre los millones de ciudadanos de Myanmar que sufren bajo el puño de hierro de la junta.
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