Papa Francisco invita a delegación ortodoxa a participar en Jubileo 2025 y confiesa que quiere ir a Nicea

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 28.06.2024).- En ocasión de las fiestas patronales de Roma, es decir, de las fiestas de san Pedro y san Pablo, la mañana del viernes 28 de junio el Papa Francisco recibió en audiencia a una delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla. La delegación se hace presente en Roma, como suele hacerlo también una delegación romana, en ocasión de las mutuas fiestas patronales (en el caso de Constantinopla, en la fiesta de san Andrés, que es en noviembre). Ofrecemos a continuación la traducción al castellano del discurso del Papa, discurso en el que invitó a los ortodoxos a participar en el Jubileo y donde expresó el deseo que tiene para viajar a Nicea.

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Les agradezco muy sinceramente su presencia. Agradezco a nuestro querido hermano Su Santidad Bartolomé y al Santo Sínodo del Patriarcado Ecuménico, que hayan querido enviar también este año una delegación con nosotros para participar en la fiesta de los Santos Patronos de la Iglesia de Roma, los Apóstoles Pedro y Pablo, que dieron testimonio de su fe en Jesucristo hasta el martirio en esta ciudad. Vuestra venida en este aniversario, así como el envío de una delegación mía al Fanar en la fiesta del apóstol Andrés, hermano de Pedro, ofrecen la oportunidad de experimentar la alegría del encuentro fraterno y testimoniar los profundos lazos que unen a las Iglesias hermanas de Roma y Constantinopla, con la firme decisión de avanzar juntos hacia el restablecimiento de la unidad a la que sólo el Espíritu Santo puede guiarnos, la de la comunión en la legítima diversidad.

Este camino de acercamiento y pacificación recibió un nuevo impulso con el encuentro entre el santo Papa Pablo VI y el santo Patriarca ecuménico Atenágoras, celebrado hace sesenta años en Jerusalén. Después de siglos de mutuo distanciamiento, aquel encuentro fue un signo de gran esperanza, que no deja de inspirar los corazones y las mentes de tantos hombres y mujeres que hoy anhelan alcanzar, con la ayuda de Dios, el día en que podamos participar juntos en el banquete eucarístico.

Hace diez años, en mayo de 2014, el Patriarca Ecuménico Su Santidad Bartolomé y yo fuimos peregrinos a Jerusalén para conmemorar el 50º aniversario de ese evento histórico. Justo allí, donde nuestro Señor Jesucristo murió, resucitó y ascendió al cielo, y donde el Espíritu Santo fue derramado por primera vez sobre los discípulos, reafirmamos nuestro compromiso de continuar caminando juntos hacia la unidad por la cual Cristo el Señor oró al Padre, «para que todos sean uno» (Jn 17,21). Conservo vivo y agradecido el recuerdo de esa peregrinación conjunta con Su Santidad Bartolomé, y doy gracias a Dios Padre misericordioso por la amistad fraterna que se ha desarrollado entre nosotros en estos años. Esta amistad se ha alimentado en numerosos encuentros, en muchas ocasiones de colaboración concreta entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa sobre cuestiones de gran relevancia para las Iglesias y para el mundo, como el cuidado de la creación, la defensa de la dignidad humana y la paz.

Cierto de interpretar también los sentimientos del amado Hermano, quisiera repetir lo que afirmamos juntos en esa ocasión: el diálogo entre nuestras Iglesias no implica ningún riesgo para la integridad de la fe, es más, es una exigencia que surge de la fidelidad al Señor y nos conduce a toda la verdad (cf. Jn 16,13), a través de un intercambio de dones, bajo la guía del Espíritu Santo (cf. Declaración conjunta del Papa Francisco y el Patriarca Ecuménico Bartolomé, Jerusalén, 25 de mayo de 2014). Por esto, aliento el trabajo de la Comisión mixta internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa, que ha emprendido el estudio de delicadas cuestiones históricas y teológicas. Espero que los pastores y teólogos involucrados en este proceso vayan más allá de las disputas puramente académicas y se dispongan a una escucha dócil de lo que el Espíritu Santo dice a la vida de la Iglesia, así como que lo que ya ha sido objeto de estudio y de acuerdo encuentre plena recepción en nuestras comunidades y lugares de formación. Siempre habrá resistencia a esto, en todas partes, pero debemos avanzar con valentía.

Recordando el encuentro en Jerusalén, el pensamiento se dirige a la dramática situación que se vive hoy en Tierra Santa. Justo después de esa peregrinación, el 8 de junio de 2014, Su Santidad Bartolomé y yo, en presencia también del Patriarca ortodoxo griego de Jerusalén, Su Beatitud Teófilo III, recibimos en los Jardines Vaticanos al difunto Presidente del Estado de Israel y al Presidente del Estado de Palestina, para invocar la paz en Tierra Santa, en Oriente Medio y en todo el mundo. A diez años de distancia, la historia actual nos muestra de manera trágica la necesidad y urgencia de orar juntos por la paz, para que esta guerra termine, los Jefes de las Naciones y las partes en conflicto puedan encontrar el camino de la concordia y todos se reconozcan como hermanos. Naturalmente, esta invocación de paz se extiende a todos los conflictos en curso, en particular a la guerra que se libra en la martirizada Ucrania.

En una época en que tantos hombres y mujeres son prisioneros del miedo al futuro, nuestras Iglesias tienen la misión de anunciar siempre, en todas partes y a todos, a Jesucristo «nuestra esperanza» (1 Tim 1,1). Por esto, siguiendo una antigua tradición de la Iglesia católica, según la cual el Obispo de Roma convoca un Jubileo cada veinticinco años, he querido convocar para el próximo año el Jubileo Ordinario que tendrá como lema “Peregrinos de esperanza”. Les agradeceré si ustedes y la Iglesia que representan desean acompañar y apoyar con su oración este año de gracia, para que no falten abundantes frutos espirituales. También con su presencia, será muy hermoso.

Precisamente en 2025 se conmemorará también el 1700º aniversario del Primer Concilio Ecuménico de Nicea. Espero que la memoria de este evento tan importante pueda hacer crecer en todos los creyentes en Cristo Señor la voluntad de testimoniar juntos la fe y el anhelo de una mayor comunión. En particular, me alegra que el Patriarcado Ecuménico y el Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos hayan comenzado a reflexionar sobre cómo conmemorar juntos este aniversario; y agradezco a Su Santidad Bartolomé por haberme invitado a celebrarlo cerca del lugar donde se reunió el Concilio. Es un viaje que deseo hacer, de corazón.

Queridos, encomendamos con confianza nuestras Iglesias a la intercesión de los Santos hermanos Pedro y Andrés, para que el Señor nos conceda caminar por el camino que Él nos indica, que es siempre el camino del amor, de la reconciliación, de la misericordia. Les agradezco nuevamente por su visita y les pido, por favor, que oren por mí.

Y me viene a la mente un episodio del difunto Zizioulas: era irónico, pero era bueno, le quería mucho. Y él bromeando decía: “Yo sé cuándo será el día de la plena unidad: el día del Juicio final. Pero, mientras tanto, caminemos juntos, oremos juntos y trabajemos juntos”. Y esto es sabio. Gracias, muchas gracias.

Ahora me gustaría que antes de terminar recemos juntos el Padre Nuestro, cada uno en su propio idioma: Padre Nuestro…

Traducción del original en lengua italiana realizada por el director editorial de ZENIT.

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