(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 30.05.2024).- Presentamos una traducción al castellano del mensaje que el Papa envío al Deutsche Katholikentag (Jornada de los Católicos Alemanes) que este 2024 llega a su 103 edición. El encuentro gira en torno al lema «El hombre de paz tiene futuro».
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Saludo cordialmente a todos los que habéis venido a Erfurt al 103º Katholikentag, para rezar juntos, intercambiar ideas, fortaleceros mutuamente en la fe y dar testimonio del Evangelio de Cristo. «El hombre de paz tiene futuro» es el lema de estas jornadas.
El Salmo 37 explica por qué es al hombre de paz al que se le promete un futuro: porque es justo, porque hace lo que agrada a Dios, porque confía en Dios. Desde el principio, sin embargo, la tragedia del hombre está en que no confía en Dios, sino que desconfía de Él; en que no hace lo que agrada a Dios, sino que sigue su propio camino. Así ha sucedido que la unidad y la armonía de los orígenes previstas por Dios para toda la creación se han «descontrolado». El hombre ya no utiliza la creación según las intenciones del Creador, sino que abusa de ella y la maltrata para sus propias ambiciones egoístas de poder y lucro. Así llegaron al mundo el sufrimiento y la muerte (cf. Gn 3). Lo que aquí se quiere decir es lo que sienten y afirman muchas personas -sobre todo jóvenes- de procedencias culturales e ideológicas muy diversas: perciben que algo va mal en el hombre y en el mundo, que no podemos seguir simplemente como hasta ahora, que es necesaria una conversión, una verdadera reorientación.
La misión de Jesús consistió precisamente en esta nueva orientación del hombre hacia Dios, y con ella también en una renovación y restauración de su relación con sus hermanos y hermanas, con la creación y, no menos importante, consigo mismo. La paz que trae Cristo se hace visible cuando da a los hombres una nueva esperanza, un futuro en tiempos difíciles: a los marginados, a los enfermos, a los enredados en el pecado. Cristo llamó a la injusticia por su nombre y condenó la desigualdad. Para restablecer el orden divino, Jesús no pocas veces trastocó la lógica y el orden de los valores humanos, y esto es particularmente evidente en el Sermón de la Montaña. Pero es precisamente así como trae la paz: «Por la sangre de su cruz» (Col 1,20). Sí, levantemos la mirada hacia la Cruz: «Allí no se respondió a la violencia con violencia, no se respondió a la muerte con el lenguaje de la muerte. En el silencio de la Cruz calla el estruendo de las armas y habla el lenguaje de la reconciliación, del perdón, del diálogo, de la paz» (Homilía, 7 de septiembre de 2013). La paz de Cristo nace del amor y de la entrega. El día de Pascua se manifiesta precisamente esto: el hombre de paz tiene futuro.
Los cristianos estamos llamados a continuar su misión: como Él, queremos dar a las personas abandonadas y marginadas una nueva dignidad y hacerles sentir que no están solas. Pero también queremos comprometernos en la vida pública y política, para que tengan mejores condiciones de vida y, sobre todo, para dar voz a los que no son escuchados. Sin justicia no puede haber paz. No sólo en Europa, sino también en otras partes del mundo los derechos humanos fundamentales parecen estar amenazados en estos momentos: debido al creciente antisemitismo, racismo y otras ideologías que tienden al extremismo y la violencia.
Las numerosas crisis morales, sociales, económicas y políticas que atravesamos están todas interconectadas. La preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad, la protección de la vida y la familia, la defensa de la dignidad de toda vida humana, así como la paz exterior e interior van de la mano. Los problemas conciernen a todos y sólo pueden resolverse juntos. Y para ello es necesario un amplio diálogo, a ser posible con muchas voces en todos los niveles de la vida social, económica y política. Las numerosas ocasiones de debate en el Katholikentag con tantos altos representantes de la vida social ofrecen una buena oportunidad para ello.
En este contexto, es muy bonito y muy significativo que el Katholikentag sea también un lugar de encuentro ecuménico y de diálogo interreligioso. En efecto, necesitamos la cooperación de todas las personas de buena voluntad que desean construir un futuro pacífico. Cuán fuerte puede ser el testimonio común de los cristianos, lo experimentamos en 1989, cuando hombres y mujeres de paz, con sólo una vela en la mano, desencadenaron el movimiento por la paz.
Aquí, en Erfurt, se rezó por la paz en la iglesia de San Lorenzo y en la iglesia evangélica de los Predicadores. Este milagro de cambio pacífico, iniciado por personas que rezan, nos muestra de lo que es capaz la oración. Y que este recuerdo sea un estímulo para todos nosotros hoy.
El hombre de paz tiene futuro. Esta certeza es una advertencia y un estímulo para nosotros. Recemos por la paz. Recemos también unos por otros, para que la fuerza del Espíritu Santo nos llene de esperanza y de alegría. De corazón os deseo a todos unos días de gran enriquecimiento espiritual. Os acompaño en la oración, y os ruego que recéis también por mí. Que el Dios de la paz os bendiga.
Traducción del original en lengua alemana realizada por ZENIT.
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