Alfredo José Espinoza Mateus, arzobispo de Quito
(ZENIT Noticias / Roma, 20.05.2024).- Hace casi nueve años, el 8 de julio de 2015, el Santo Padre Francisco, en su visita al Ecuador, más concretamente al Santuario de la Virgen de El Quinche, en el encuentro que tuvo con obispos, sacerdotes, religiosos y seminaristas, se hacía una pregunta, que traigo en este momento a la memoria:
“Le pregunté a Jesús varias veces en la oración, qué tiene este pueblo de distinto. Esta mañana orando se me impuso aquella consagración al Sagrado Corazón. Pienso que se los debo decir, como un mensaje de Jesús. Todo esto de riqueza que tienen ustedes, de riqueza espiritual, de piedad, de profundidad, vienen de haber tenido la valentía, porque fueron momentos muy difíciles, la valentía de consagrar la Nación al Corazón de Cristo, ese Corazón Divino y humano que nos quiere tanto… Y después, pocos años después, la consagración al corazón de María. No olviden, esa consagración es un hito en la historia del pueblo del Ecuador y de esa consagración siento como que le viene esa gracia que tienen ustedes, esa piedad, esa cosa que los hace distintos”.
Y precisamente, el celebrar los CIENTO CINCUENTA AÑOS de la Consagración del Ecuador al Sagrado Corazón de Jesús, hace que en el año 2014 los Obispos del Ecuador, reunidos en Asamblea Plenaria, con mi voto incluido pues era ya Obispo desde hacía tres meses, ratifiquen el pedido al Santo Padre para que el Ecuador, Quito de manera particular, sea la Sede del Quincuagésimo Tercer Congreso Eucarístico del año 2024.
El 20 de marzo de 2021 recibimos con profunda alegría el anuncio oficial de que el Santo Padre Francisco había designado a la ciudad de Quito como Sede del 53° Congreso Eucarístico Internacional, y ello con motivo de la celebración de los 150 años de la Consagración del Ecuador al Corazón de Jesús. Sus palabras se constituyeron en un verdadero desafío, y me atrevo a decir que marcaban e iluminaban desde ese momento el Congreso Eucarístico: “En esta reunión eclesial se manifestará la fecundidad de la Eucaristía para la evangelización y la renovación de la fe en el continente latinoamericano”.
El Congreso Eucarístico a celebrarse en Quito debe ser esa voz con acento latinoamericano para la Iglesia del mundo entero. Será una voz de esperanza que se anuncia desde este Continente de la Esperanza. Buscará ser esa voz profética que proclamará a todos que la Fraternidad es el único camino posible para hacer y construir un mundo nuevo.
“Fraternidad para sanar el mundo” fue el tema escogido por el Papa Francisco para este Congreso Eucarístico. Sabemos que son muchas las heridas del mundo, no podemos negarlas. El hombre y la mujer de hoy sufren estas heridas. ¿Sabemos mirar al hermano que sufre? ¿Sabemos escuchar la voz del que grita desde sus heridas? ¿Sabemos sanar esas heridas? ¿Estamos dispuestos a ser “misioneros eucarísticos” de la fraternidad?
Estamos convencidos de que este es el gran desafío de nuestro Congreso, nos lo dice con claridad el Documento Base:
“Quito, ciudad de la mitad del mundo, situada en la latitud cero, extiende su tienda para convertirse en una inmensa tienda eucarística donde estamos todos invitados a unirnos a este gran sueño de una fraternidad redimida y sanada por el amor total de Cristo. El Papa Francisco nos invita: «Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos»” (D. Base # 10).
Este es el significado profundo del Congreso Eucarístico. La Eucaristía nos lleva a ser constructores de Fraternidad. El Documento Base afirma que, “Una vez celebrada la Misa, las asambleas litúrgicas se disuelven lentamente y se dispersan como semillas en los surcos de la tierra. Después de escuchar su Palabra, de compartir el mismo Pan y beber el mismo Cáliz, los cristianos vuelven a sus casas, escuelas, oficinas, comercios, lugares de ocio, trazando nuevos caminos que a través de la red de fraternidad construyen el Reino” (D.B. #49). El Congreso Eucarístico nos hará tomar plena conciencia de que somos “misioneros Eucarísticos de Fraternidad” y juntos elevaremos el Salmo de Fraternidad: “Ayúdanos tú, Señor, a ser Iglesia en Sinodal camino, siempre hermanos y ya sin odios, egoísmos ni rencores saborear íntima paz de diálogo y amores, tu bálsamo que sana las heridas, las heridas del mundo que a ti claman” (D.B. #58).
A Quito llegarán desde los cinco continentes, desde ya, “La Carita de Dios”, como se llama a la capital ecuatoriana, les abre las puertas y les dice ¡BIENVENIDOS!
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