La amarga Pascua de los católicos en Gaza

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Cécile Lemoine

(ZENIT Noticias – 

Quienes observan las fotos con detenimiento se dan cuenta de que las sonrisas de los feligreses apenas eclipsan los rostros hundidos, demacrados y dibujados… «A pesar de la guerra y sus peligros, la parroquia de la Sagrada Familia celebró el Domingo de Ramos de la forma más solemne», comentó el Patriarcado Latino de Jerusalén, alabando su «valentía» y su «increíble testimonio de fe».

Unas 600 personas viven desde hace casi seis meses en el recinto de esta iglesia convertida en «refugio, hospital y cementerio», en palabras del párroco, el padre Gabriel Romanelli, atrapado en Jerusalén desde el 7 de octubre: «El padre Iusuf Assad, mi vicario en Gaza, me dice que alrededor no hay más que destrucción: se huele la muerte; es el caos».

Lentejas, arroz y judías

A unos cientos de metros de la parroquia de la Sagrada Familia, otras 300 personas han encontrado refugio en la parroquia ortodoxa de San Porfirio. «Casi el 90% de la comunidad cristiana está en el norte de la Franja de Gaza», subraya George Akroush, director de la Oficina de Proyectos de Desarrollo del Patriarcado Latino, que coordina la ayuda proporcionada a la comunidad.

Desde mediados de enero, los camiones de ayuda humanitaria ya no llegan al norte del enclave. Los mercados están vacíos. Los precios se han multiplicado por diez y las reservas que la parroquia había acumulado en previsión de tiempos difíciles se están agotando. Gracias a la ayuda financiera del Patriarcado Latino de Jerusalén, la parroquia proporciona tres comidas semanales a sus refugiados: «A menudo son lentejas, judías blancas o arroz, a veces con verduras. También nos dan pan», explica Diana, católica de 24 años.

«Los refugiados tienen que administrar sus raciones con cuidado para sobrevivir. Llevan dos meses sin comer carne y todos han perdido peso», señala George Akroush.

Los días que la parroquia no cocina, los refugiados van al mercado del barrio. «Vemos lo que hay, pero todo es demasiado caro», dice Diana, que admite que a veces pasa hambre antes de explicar que también ha empezado a comer verduras nuevas, recogidas cerca según la temporada: malva, achicoria, acelga… «Cuando la situación parece tranquila, algunos se aventuran a subir a sus casas, para comprobar su estado, y luego vuelven. Nuestra propia casa ha sido destruida». Según los datos recogidos por el Patriarcado Latino, sólo 10 casas cristianas siguen en pie, la mayoría en el sur de la Franja de Gaza.

Depresión

El padre Gabriel, que está en contacto diario con sus feligreses, está preocupado por la angustia psicológica que, en su opinión, ha ido en aumento en las últimas semanas: «Hay depresión. ¿Cómo no sentir tristeza o desesperación ante tantas pruebas?». La comunidad cristiana llora a 30 muertos, 17 de ellos en el atentado contra un edificio contiguo a la parroquia ortodoxa y dos en el patio de la iglesia latina. «Las otras 11 personas, tras resultar heridas, no llegaron a tiempo al hospital», explica el padre Gabriel.

«Vivimos como en un cuerpo sin alma», dice Diana en uno de sus mensajes, y se pregunta: «¿Por qué el mundo calla ante lo que ocurre en Gaza, especialmente el mundo árabe? ¿Qué han hecho los niños de Gaza para sufrir esta guerra y el hambre?».

«Lo peor es el estancamiento actual y la falta de certeza sobre cuánto durará esta guerra», continúa el padre Gabriel. «Nuestro personal religioso está cansado. Tenemos que gestionar familias. Imagínense. Estar confinado con 600 personas en el mismo lugar durante seis meses crea inevitablemente tensiones».

El vía crucis en Gaza

A pesar de todo, los cristianos con los que se ha podido contactar muestran una fe inquebrantable: «Creemos en la Providencia de Dios», asegura la hermana Nabila Saleh, directora del colegio de las Hermanas del Rosario de Gaza, dañado por los bombardeos. «Cuanto más grande es la cruz, más cerca está la alegría de la resurrección», escribe George Antone, director administrativo de Cáritas, desplazado en la parroquia latina con su esposa Nisreen y sus tres hijos. «Cada vez que llamo, me dicen: ‘Gracias a Jesús’», relata con admiración el padre Gabriel. «Confían en que Jesús les salvará».

El padre Iusuf concede gran importancia a la continuidad de la vida litúrgica y espiritual de su comunidad: el rosario se reza a diario, desde el 7 de octubre se han celebrado dos bautizos y primeras comuniones, y se han formado nuevos monaguillos para Semana Santa. «En esta víspera de Pascua debemos rezar por el final del Vía Crucis para la comunidad de Gaza, y esperar que la alegría de la resurrección sea tanto social como espiritual». Diana, tiene una oración: «Que la guerra termine sin perder a ninguno de mis seres queridos, y que yo pueda salir de Gaza».

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